0

Carrito

El día que dejé de ser víctima

Artículos

About author:-

Sin duda tuve una infancia feliz, una adolescencia bastante rebelde y una juventud vivida al máximo. Fue cuando fui adulta que me convertí en una más…una mujer más que “sufría” por ser mujer, por ser incomprendida, porque se sentía sola, porque nadie me ayudaba y mil cosas más.

 Claro que todo esto escondido bajo el manto de la mujer perfecta que trabajaba, se vestía bien, tenía amigos, en fin…una mujer aparentemente exitosa.

Trabajaba para ser independiente pero buscaba con ansias al “salvador” que viniera a acompañar mis días y me rescatara cada vez que necesitase. Pasé de relación en relación buscando a ese ser perfecto, pero para mi desilusión no lo encontraba…cada vez que estaba soltera disfrutaba momentáneamente de mi estado y luego salía en busca del famoso “príncipe”.

Llegué a tener relaciones duraderas -incluso un matrimonio- pero constantemente me descubría quejándome por algo, había algo que no me satisfacía y no sabía que era. Me miraba al espejo en las mañanas y no me gustaba lo que veía, salía a mi trabajo muchas veces sin ganas, me sentía superada como madre y muy culpable de mi comportamiento. Había días en que quería tirar todo por la borda…a mi familia, mi trabajo e irme lejos.

Cuando me juntaba con amigas y me preguntaban como andaba todo yo lo único que hacía era despotricar contra el mundo…todos estaban mal en mi vida, nadie me respetaba, me hacían sentir mal, etc y quedaba ante mis amigas como una verdadera mártir.

Me vi sumida en una constante inconformidad con mi vida y a pensar en si era este mi destino y tenía que finalmente resignarme con lo que me había tocado. Habían es esos tiempos días buenos y días para olvidar…hasta que uno de esos tantos días de oscuridad llegaron a mi vida muchas señales, columnas en revistas, videos, libros que llamaron mi atención.

Y entre ellos una frase que me descolocó completamente…No te molestes porque el pozo está seco, mejor pregúntate porque sigues insistiendo en sacar agua de donde ya ha quedado claro que no puedes encontrarla…”

Ante esta revelación y otras tantas sincronías comencé a preguntarme si acaso no era yo la causante de tanta desgracia…y fue allí cuando morí y volví a nacer, dejé de quejarme y tomé las riendas de mi vida, me convertí en una mujer nueva, renovada y con ello las cosas a mi alrededor también fueron cambiando mágicamente.

Me di cuenta que los causantes de mi baja autoestima no eran mis padres, ni mis amigas, ni mi pareja…¡era yo! Que mi “mala suerte” en el trabajo era producto de mi negatividad y el pensar que todos estaban mal menos yo. Que mis niños eran sólo eso…¡niños! y que yo agrandaba cada tontería que ellos hacían sintiéndome superada como madre día tras día.

El día que dejé de quejarme y comencé a agradecer mi vida cambió.

No les niego que hay días en que como antes quisiera tirar todo por la borda…esos días sólo respiro, me apago unos minutos y vuelvo. Todas transitamos en la vida por lugares con mucha luz y también con mucha oscuridad, lo importante es salir de allí… ¡y yo salí!!

Paula Espinoza
sigueme en:
Últimas entradas de Paula Espinoza (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *